*Santiago Mele dejó a los tiburones con uno menos desde el minuto 1. Los dirigidos por Pinto generaron peligro, pero no concretaron ninguno de sus tiros al arco.
El Clásico de la Costa volvió a demostrar que, más allá del marcador, la rivalidad entre Unión Magdalena y Junior se juega con el corazón. Aunque el 0-0 en el Sierra Nevada no reflejó emociones en los números, sí dejó un héroe inesperado y una afición que convirtió la noche en una verdadera fiesta futbolera.
Desde el primer minuto, el partido estuvo marcado por la polémica. Una salida apresurada del arquero Santiago Mele terminó en su expulsión, dejando al Junior con 10 jugadores durante todo el encuentro. Era la oportunidad perfecta para el Unión, que con la ventaja numérica y el aliento de su hinchada, se volcó al ataque en búsqueda de la victoria.
Las gradas eran un mar de azul y rojo, y cada intento de Rugery, Krame y Sánchez encendía la esperanza de los bananeros. Pero en el otro arco apareció el hombre de la noche: Jefferson Martínez, el portero suplente de Junior, se convirtió en un muro infranqueable. Atajó cada remate, desvió cada balón con destino de gol y frustró una y otra vez el grito de la tribuna samaria.

En el banco, César Farías le ganó el duelo estratégico a Jorge Luis Pinto. A pesar de la inferioridad numérica, el técnico del Junior cerró los espacios y obligó al Unión a tomar decisiones apresuradas. Pinto, por su parte, no logró descifrar cómo romper la muralla barranquillera.
Cuando todo parecía decantarse para los locales, la visita tuvo la jugada que pudo cambiar la historia. Minuto 75, tiro de esquina y cabezazo de Didier Moreno que obligó a una estirada espectacular de Eduar Esteban. El arquero del Ciclón evitó lo que pudo ser un golpe letal para la noche en Santa Marta.
El empate deja más preguntas que respuestas. Junior sigue atrapado en su empatitis, sumando tres igualdades consecutivas sin conocer la victoria en la Liga BetPlay. Unión Magdalena, por su parte, apenas suma un punto de seis posibles y ve con preocupación la tabla del descenso.
No hubo goles, pero el Clásico de la Costa volvió a demostrar que la pasión por el fútbol en esta región no necesita marcadores abultados para vibrar con intensidad.





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