Una década después, el entrenador español Luis Enrique vuelve a salir campeón de Europa. En un partido que quedará para la historia, los parisinos apabullaron a los italianos, quienes nunca mostraron mejoría.
El fútbol, como la vida, sabe de esperas que duelen y de lágrimas que pesan más cuando la felicidad se mezcla con el recuerdo. El Paris Saint-Germain, ese club que durante años fue sinónimo de frustraciones continentales y promesas incumplidas, alzó por fin la orejona, y lo hizo de la forma más rotunda posible: un 5-0 inapelable al Inter de Milán en el Allianz Arena, el escenario donde los sueños parisinos habían tropezado tantas veces en el pasado.
El París encontró esta noche nuevos héroes. Achraf Hakimi abrió el marcador definiendo con frialdad ante Sommer. El joven Désiré Doué, con apenas 19 años, firmó un doblete memorable que lo instalará para siempre en los libros dorados del club. La cuarta diana fue obra del georgiano Khvicha Kvaratskhelia (campeón de la Serie A y la Ligue 1) y el quinto y definitivo fue de Mayulu, otra de las nuevas joyas de este PSG renovado.
El Inter de Simone Inzaghi jamás se metió en el partido. El nivel del PSG fue tan superior, tan abrumador desde lo físico, lo técnico y lo mental, que hizo ver al equipo italiano como un conjunto de segunda categoría. Los nerazzurri, desbordados y sin respuestas, fueron una sombra de sí mismos.
El golpe fue doble para el club de Milán, que no solo se marchó de Múnich con una goleada histórica, sino que además cerró una temporada aciaga tras perder también la Serie A en las última jornada. Una caída brutal para un proyecto que soñaba con cerrar el año en lo más alto y terminó en blanco.
UNA CHAMPIONS ESPECIAL

Diez años exactos habían pasado desde que Luis Enrique levantó su última Champions, aquella gloriosa noche con el Barcelona del triplete en 2015. Desde entonces, la vida, siempre implacable, le enseñó que el verdadero dolor no se mide en derrotas deportivas ni en finales perdidas.
En 2019, la noticia más cruel golpeó su puerta: la pérdida de su hija Xana, de apenas 9 años, víctima de un osteosarcoma. Una herida imposible de cerrar, una ausencia que convirtió cada día en una lucha silenciosa.
Este sábado en Múnich, el fútbol —ese viejo refugio de alegrías efímeras— le devolvió a Luis Enrique una pequeña redención. Un instante eterno, un título que sabe a catarsis y a homenaje, un trofeo que no es solo para él ni para París, sino también para el recuerdo de Xana, que seguramente celebró desde el cielo.
Por eso, esta Champions no la ganó solo el PSG. La ganó también un padre que sobrevivió al dolor más grande. Y la ganó buena parte del fútbol, que esta vez, sin importar escudos ni camisetas, quiso ver a Luis Enrique sonreír.
Así se cerró una noche perfecta. En la que París dejó de llorar por finales perdidas, y en la que el fútbol se acordó, por fin , después de miles de millones invertidos, de saldar una deuda pendiente.





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